lunes, 23 de noviembre de 2009

LAS MANIOBRAS DEL PRESIDENTE DE FACTO Micheletti y una estrategia de dilación que le dio resultados

El golpismo hondureño está a apenas seis días de salirse con la suya: habrá llegado a las elecciones presidenciales del domingo sin el derrocado Manuel Zelaya en el poder y con la certeza de que Estados Unidos aceptará a cualquiera de los cinco candidatos por los que podrán optar los 4,5 millones de habitantes de este empobrecido país centroamericano que están habilitados para votar.

Esa fue desde el 28 de junio -cuando "Mel" fue a dar con sus huesos a Costa Rica- la estrategia del gobierno de facto encabezado por Roberto Micheletti y todos sus pasos apuntaron en la misma dirección: dilatar los tiempos de negociación con los hombres de Zelaya y evitar así que el presidente destituido tenga margen para reclamar su regreso al poder antes de los comicios y pueda terminar su mandato el 27 de enero, tal como lo establece la Constitución de Honduras.

Jugando con los tiempos -y con la complicidad de EE.UU.- el gobierno de facto logró que los acuerdos de San José y de Tegucigalpa fueran letra muerta, ya que recién tres días después de las elecciones el Congreso decidirá si restituye o no a Zelaya, algo que ya parece poco probable.

El domingo, cinco candidatos aspiran a la presidencia, entre ellos, los favoritos Porfirio Lobo, del Partido Nacional, y Elvin Santos, del oficialista Partido Liberal, al que pertenecen tanto Zelaya como Micheletti. Casi de manera decorativa, César Ham, de Unificación Democrática; Felícito Avila, de la Democracia Cristiana y Bernard Martínez, del Partido de Innovación y Unidad, también irán por la presidencia y por la renovación total de los 128 diputados del Congreso unicameral y las más de 250 alcaldías.

El dirigente obrero Carlos Reyes, el primer candidato independiente que se presentaba en la historia de Honduras, finalmente no participará en los comicios, en apoyo al destituido Zelaya.

Una de las claves de estas elecciones será la abstención, que en los comicios de 2005, en los que se impuso Zelaya, llegó al 45%. Si se supera largamente ese porcentaje, Zelaya podrá atribuirlo a su prédica en favor de desconocer estos comicios. Sino es así, la realidad le habrá dado otra cachetada.

Las calles de Tegucigalpa aparecen repletas de afiches de los candidatos, sobre todo de los aspirantes al Congreso que atan su suerte a la de los presidenciables, y de militares y policías que custodiarán los comicios. Pero también ayer todo estaba preparado por los dos grandes hechos del día: el cierre de campaña de Elvin Santos ("Pepe" Lobos cierra hoy en Tegucigalpa) y el partido de ida de la final del torneo de fútbol hondureño entre el capitalino Olimpia y el Marathon, de San Pedro Sula, los dos equipos más populares del país.

Desde la caída de Zelaya la comunidad internacional, sobre todo América Latina, comenzó una fuerte presión para lograr su restitución. El primer acuerdo firmado fue el de San José, promovido por el presidente de Costa Rica, Oscar Arias, que el paso del tiempo de devoró. El 30 de octubre se firmó el Acuerdo de Guyamuras, que establecía que sería el Congreso el que decidiría y que se formaría un gobierno de unidad nacional. Pero nada decía sobre los plazos que tendría el Parlamento, tampoco estaba obligado a resitituir a Zelaya y menos aún decía que Micheletti debía dejar el poder.

Todo el proceso de negociación estuvo monitoreado de cerca por EE.UU. -que envió varios emisarios a esta capital- y que selló la suerte de Zelaya cuando admitió que los comicios y la elección de un nuevo presidente serían la clave para poner fin a la crisis política hondureña: un golpe mortal a las aspiraciones zelayistas.

En una muestra más de que en Honduras todo es posible, Micheletti anunció días pasados que se "ausentará" de la presidencia entre el miercoles y el 2 de diciembre para que la población se centre en las elecciones: una figura que apunta a "blanquear" los comicios, sin el dictador en el cargo.

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