PABLO ORDAZ | ENVIADO ESPECIAL - Tegucigalpa
25-09-2009
"Espérate, te paso al presidente". Durante un rato, se oye mucho ruido de fondo, gritos, estornudos, sirenas de ambulancia. Por fin, la voz inconfundible de Manuel Zelaya que no espera ni la pregunta: "Esto está terrible, te estoy hablando desde debajo del aparato de aire acondicionado, es la única forma que tengo de respirar. Aquí hay gente sangrando por la nariz, orinando y vomitando sangre. Los militares están lanzando gases tóxicos al interior de la embajada. ¿No es un crimen lo que nos están haciendo...?". La comunicación se corta. El periodista, que acaba de llegar a la Casa Presidencial para entrevistar a Roberto Micheletti, no logra volver a contactar con el presidente depuesto, pero sí se topa por un pasillo con el que ahora ocupa su despacho gracias al golpe militar.
-Señor Micheletti, acabo de hablar con el presidente Zelaya, dice que los militares están lanzando gases a la Embajada de Brasil.
-El presidente constitucional de este país soy yo, pero bueno... Contestando a su pregunta. No se lo crea. Eso es totalmente falso. Manuel Zelaya miente.
El día, que había amanecido con la esperanza puesta en la palabra diálogo, se volvió a romper en pedazos. Los periódicos locales se quedaron viejos en los quioscos con las dos fotografías que llamaban a la esperanza. En una se veía a los candidatos de los cuatro principales partidos que concurren a las elecciones del próximo 29 de noviembre charlando amigablemente con Roberto Micheletti en la sede de la presidencia del Gobierno. En la segunda imagen, tomada sólo un rato después, aparecían los mismos políticos abrazándose a Manuel Zelaya en un salón de la embajada de Brasil en Tegucigalpa. Sonrisas, buen rollo y una frase consensuada que se antojaba un excelente punto de partida: "La única manera de salir del conflicto es el diálogo y el respeto de la comunidad internacional al resultado de las próximas elecciones del 29 de noviembre".
Así las cosas, la mañana del viernes en Honduras amaneció tranquila, con la gente vislumbrando por primera vez la solución, hasta que empezó la guerra de declaraciones. Zelaya había llamado a su gente a seguir haciendo acto de presencia en las calles. Eso sí, advirtió el presidente depuesto, "con calma, sin recurrir a la violencia". Tales declaraciones fueron tomadas por los golpistas como una nueva llamada a la insurrección. Por si fuera poco, a eso de las once -ocho horas más en la península-, la esposa de Zelaya, Xiomara Castro, dio la voz de alarma: "Los militares nos están lanzando gases tóxicos. Hay gente sangrando. Que venga por favor la Cruz Roja Internacional".
Las sirenas empezaron a aullar por la ciudad en dirección a legación diplomática de Brasil. La confusión era tremenda, aumentada porque, desde el jueves, los militares han aumentado el perímetro de seguridad en torno al refugio de Zelaya. Nadie sabía a ciencia cierta qué estaba pasando dentro. Distintos portavoces de la policía y el Ejercito se afanaban en desmentir cualquier ataque con gases lacrimógenos, pero desde el interior de la embajada no sólo los partidarios de Zelaya denunciaban la situación de asfixia. Un fotógrafo de la agencia AFP que se encuentra desde el principio dentro del edificio confirmó que había gente sangrando, aunque no lo atribuyó en principio a una causa concreta. El equipo de Micheletti terminó admitiendo que la situación dentro de la legación diplomática no es buena. "Hay basura acumulada, unas 60 personas conviviendo sin demasiado espacio, y además los servicios de limpieza han estado saneando los alrededores con un fuerte desinfectante. Tal vez sea eso la causa del picor de nariz que hayan podido sentir los refugiados...".
Había otra pregunta en el ambiente. ¿Cuándo llegará el presidente de Costa Rica, Óscar Arias, a Tegucigalpa para reiniciar la mediación, una vez que ambas partes hayan vuelto a depositar la confianza en él? Un diplomático, cercano a la Fundación Carter, responde enigmático: "Cuando se den las condiciones". ¿Y cuándo cree que se darán?: "Cuando tanto uno como otro dejen de utilizar sus declaraciones como armas de guerra".
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