Editorial de Diario El Tiempo
Tegucigalpa, Diciembre 3, 2009
Para la mayoría del pueblo hondureño, que no tiene idea de lo que fue la Inquisición en la época medieval, puede ahora tener una idea aproximada por la forma en que se desarrolló la “histórica” sesión de ayer, martes 2 de diciembre, del congreso nacional para resolver sobre la restitución del Estado de Derecho en Honduras y devolver al titular constitucional del Poder Ejecutivo el mando presidencial usurpado.
Para cumplir con su cometido, el congreso nacional adoptó las formalidades de un Tribunal de la Santa Inquisición o Santo Oficio con la preparación de un grotesco espectáculo legislativo para condenar –sin pruebas ni debido proceso— a la horca o a la hoguera al gobernante derrocado por el golpe de Estado militar del 28 de junio.
Solamente así tendría este congreso nacional –frente a los pocos, pero honrados diputados opuestos—la excusa para reiterar el rompimiento de la Constitución, perpetrado por el Legislativo, la Corte Suprema de Justicia, el Ministerio Público y el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos, en el seno de la conspiración de la élite política-empresarial y de las iglesias católica y protestante en comunión con el poder militar.
La presentación de los “dictámenes” de la corte suprema de justicia, del comisionado nacional de derechos humanos y del ministerio público, plagados de falsedades jurídicas, de suposiciones improbables, de mentiras testimoniales y de cinismo político, lo mismo que de un “documental” propagandístico de manufactura nazi, es, con seguridad, el espectáculo político más burdo y perverso que se ha montado en el escenario hondureño.
En el desarrollo de los acontecimientos en la cámara legislativa del día de ayer, el “día histórico”, parecía haberse regresado –como en la Máquina del Tiempo, de H. G. Wells—a la Nueva Inglaterra, Estados Unidos, del siglo XVII, y el terrible juzgamiento inquisitorial de Las Brujas de Salem, descrito en forma magistral por el dramaturgo Arthur Miller.
Todos los elementos de fanatismo, de maldad, de represión, de oscurantismo político, de fementido amor por la ley y la justicia, de intolerancia ideológica y religiosa, de desvergüenza, indignidad y deshonor, de entrega a la mentira y a la concupiscencia política, se hicieron presentes y dominaron la escena parlamentaria, de espalda a los procedimientos legales para reafirmar el ahorcamiento de la Constitución, de la democracia y del Estado de Derecho consumado el 28 de junio.
¡Y toda esta barbaridad se comete en nombre del pueblo hondureño, de la libertad, la democracia y la majestad constitucional, con el objetivo, se dice, de servir a Honduras y lograr la integración y la unidad nacional en el nuevo gobierno, con absoluto respeto a los derechos humanos!
Nadie con un mínimo de cordura puede siquiera ignorar, que no disculpar, ese comportamiento de la “clase” política de nuestro país, vívidamente representada ayer por la mayoría aplastante en el congreso nacional. Es previsible, entonces, un retroceso al Medioevo político, con un congreso fabricado a la perfección para el absolutismo gubernamental y como tribunal del Santo Oficio.
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