Un descarado saqueo del Estado de Honduras comenzó el 29 de junio del 2009, un día antes se había cometido el crimen más flagrante de toda la historia contra la democracia y la participación del pueblo en las decisiones importantes del país.
Se robó descaradamente en la mayoría de los ministerios, se saquearon todos los presupuestos de las instituciones y quien no haya robado fue visto como un traidor del golpe, un moralista que equivocó su lugar y su tiempo. Justamente era esa la intención de frenar la consulta popular, el ascenso de las masas y la inminente desmitificación de los mecanismos del poder. La moral, es decir, la concepción social del bien y del mal, no podía cambiar. Los oligarcas ladrones, narcotraficantes y asesinos debían seguir siendo el parámetro moral de nuestra sociedad. Eso también lo creyó firmemente Porfirio, el lobo de turno.
Pasó en otros momentos de la historia de Honduras. La fórmula con que las diez familias se enriquecieron originalmente fue la misma: robaron al Estado, asalariaron políticos y asesinaron compañeros de los movimientos sociales. Parece un hecho repetido, pero la indignación disciplinada del pueblo demuestra que hay cambios, ahora mismo se continúa construyendo una herramienta política con la que se luchará hasta derrotar la oligarquía. Una vez el pueblo, con sus organizaciones populares y demás expresiones, participe en la administración de las riquezas socialmente producidas -hoy mal apropiadas por una decena de familias árabes-, la moral cambiará.
Los golpistas intentan ocultar el clamor de miles y continúan en entrenamiento especial algunos elementos de la policía y el ejército para exterminar, a como de lugar, a la Resistencia. Un poco de teoría social o al menos de historia no les vendría mal; su lucha está perdida, entre más arremeten contra el pueblo éste más se organiza, desarrolla más expectativas de sus propias fuerzas. El tejido se mejora con el ejercicio y la musculatura social se aumenta. La fuerza y el poder se sienten constantemente en las calles; el pueblo ensaya su liberación.
Detrás de cada encabezado de los periódicos de la oligarquía, detrás de cada asesinato, persecución, seguimiento, tortura, en cada estupidez que repiten los noticieros del golpe, en cada absurdo que intentan volver realidad, el imperialismo norteamericano asesora, acompaña, orienta y también decide. Llorens debe ahora impulsar la “Comisión de la Verdad” y para cada uno de los apóstoles de este nuevo crimen, prepara otro tipo de comisión. ¿La historia de las violaciones a los Derechos Humanos durante lo que va del golpe será contada por los golpistas? Siguen perdiendo la razón, la locura es la estrategia y los principios más elementales universalmente reconocidos, no tienen cabida. La moral gringa también fracasa.
A la vez, con la lucha se construye una realidad a partir de otra moral; ni la oligarquía, ni el imperialismo, ni los traidores pueden participar de su continua construcción, ni siquiera podrán acercarse. El proceso se radicaliza cuando todo diálogo fracasa entre los asesinos y los asesinados, entre los revolucionarios y los fascistas, entre las mayorías empobrecidas y las minorías corruptas, entre la verdad y la mentira, entre la realidad y el espejismo. Cuando hay moral popular el principio es bastante elemental: Dentro de la Resistencia Todo, Fuera de la Resistencia Nada.
¡Venceremos!
¡Necedad!
OPLN
Tegucigalpa, M.D.C. miercoles 23 de febrero de 2010
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